Hertha - Barça

Hertha-Barça: el partido que no se debió disputar

Hertha BSC Berlin

Si eres guía de Vive Berlín y haces el tour del Tercer Reich, donde se visita el estadio olímpico que Hitler hizo construir para las olimpíadas de 1936, sabes que en algún momento va a caer la pregunta inevitable: » ¿Tú de qué equipo eres?. Cuando yo respondo que soy del Hertha me miran con cara de asombro, por decir algo, y empiezo a pensar que la probabilidad de llevame alguna propina empieza a disminuir. Habiendo vivido en España y Catalunya y hablando tanto español como catalán, con poco acento alemán según mis compañeras, bien podría ser del Madrid o del Barça, o a lo sumo, del Bayer de Munich. Pero no, el Hertha de Berlín es Mi Equipo, el equipo de mi infancia y al que sigo apoyando.

Confieso que mi vida de aficionado no ha sido fácil. Entre 1991 y 1997 jugábamos en segunda división  y en la temporada 96/97 casi bajamos a tercera. En esos años, en el monumental estadio de Berlín con capacidad para 77.000 personas, éramos un promedio de unos 3.000 espectadores. Transmitir calor y cariño al equipo era una tarea compleja. Si a eso le sumamos los partidos a diez grados bajo cero os podéis imaginar que el panorama era bastante desolador a pesar del empeño y las trompetas de la afición.

Aunque no todo fueron penas. El año 1993 tuvimos nuestro momento de gloria. Seguro que en algún momento habrás oído el dicho de que en Berlín la realidad supera la ficción. Pues lo mismo pasa con el equipo que la representa, el éxito más grande de la historia del club no llegó de las manos del primer equipo sino del segundo, que logró llegar a la final de la copa de Alemania. Finalmente perdimos 0:1 contra el Bayer04 Leverkusen, pero la ilusión de haber rozado el cielo ahí quedó.

Hertha – Barça. El milagro

En la temporada 97/98 tocamos cielo y subimos a primera división. Todavía más increíble fue la clasificación para la Champions League en la temporada 98/99 con Michael Preetz como pichichi de la liga. Y para rematar, en el sorteo de la fase de grupos, nos tocó jugar contra el gran F.C. Barcelona. No nos lo podíamos creer, estábamos embriagados de emoción. Iba a ser el partido más importante de la história del club. El 23 de noviembre de 1999 yo y otros 60.000 aficionados entramos al estadio para apoyar a nuestro equipo, pero también para ver a los grandes del fútbol como Luis Figo, Pep Guardiola o Patrick Kluivert.

El escándalo

Pero todo lo que sube, baja.  El 23 de noviembre de 1999 nuestra ilusión fue congelada por el invierno berlinés. Tras la embriaguez llegó la resaca y al igual que una neblina recorre tu cabeza tras una noche de euforia, un manto de niebla densa cubrió la mayor parte del campo. Era un día frío y tremendamente húmedo, las temperaturas rozaban los 4 grados bajo cero. La visibilidad era prácticamente nula. Pensamos que el partido iba a ser suspendido, pero para sorpresa de todos el juego comenzó y fuimos testigos del partido más absurdo que se haya visto en el estadio. Terminó 1:1 pero eso apenas tiene importancia.

Teatro del absurdo

“Este partido nunca se debió haber disputado” dijo Louis van Gaal, entrenador del Barça, después del partido. Desde nuestros asientos solo veíamos el área más próxima a nosotros. A veces aparecían los jugadores de entre la niebla para poco después volver a desaparecer en ella, una imagen algo fantasmagórica. A veces oíamos a los aficionados de la curva opuesta y especulábamos sobre los motivos del estruendo y los bramidos. De hecho, los dos goles del partido fueron en la portería que no alcanzábamos a ver. La situación era tan absurda que empezamos a cantar goles imaginarios y a pedir penaltis inexistentes.

“Me han dicho que hemos tenido buenas ocasiones de gol” concluyó van Gaal en el análisis con la periodista.

 

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