El cielo sobre Berlín

Cuántas veces al planificar un viaje nos topamos en la web con anuncios estridentes que nos promenten  «tocar el cielo con las manos».

Desde un racionalismo estricto, despojado de figuras retóricas y alejado del lenguaje poético podríamos afirmar que esa promesa es incumplible. El cielo, por definición, es intangible.

La calidez de una ciudad no se mide con termómetros.

Aconsejo, por un rato, remplazar el prisma racionalista por uno de tono más poético. Sólo un rato, unos cinco minutos. Lo que tardemos en leer este post.

Hoy les propongo dejarse llevar. Imaginemos que podemos recorrer Berlín acompañados de un experto que nos cuente sus historias,  que nos permita reflexionar sobre sus contradicciones, que se tome el tiempo para analizar su traumático pasado y su vertiginoso presente. Imaginemos también que este paseo sea caminando esas calles y no desde un bus. Es decir, de cerca, pisando el lugar mismo en donde los hechos históricos se desarrollaron. Aprovecharíamos entoncesr para tocar con nuestras manos el Muro de Berlín. En este esceneario -imaginario por el momento- estaríamos pisando el césped bajo el cual se encuentran los restos del Bunker de Hitler. Surcaríamos los pasillos del Monumento a los judíos asesinados en Europa. Luego atravesaríamos la Puerta de Brandeburgo para recorrer el boulevard Unter den Linden saboreando el aroma de sus tilos en flor. Podríamos desviarnos hasta la bella Gendarmen Markt para descubrir que la tolerancia fue un pilar fundamental del éxito prusiano. Luego, detenernos en la plaza de la quema de libros, para finalizar un completo recorrido en la Isla de los Museos, donde se fundó la ciudad. Y allí, frente a la imponente Catedral de Berlín, hasta tendríamos la oportunidad de  palpar la Segunda Guerra Mundial en los huecos de su fachada. Un paseo ideal para los amantes de la historia, la cultura, la arquitectura y el cine. En cuatro horas uno se empaparía de la fascinante vida de Berlín a través de un paseo por sus edificios más emblemáticos.

Bien, hasta aquí más que tocar el cielo con las manos estaríamos tocando el suelo con los pies. Y eso no está ni bien ni mal. Es apenas una de las diversas formas de conocer una ciudad. Una manera que, desde mi particular punto de vista, nos sumerge con más profundidad en la cultura y la historia del sitio que visitamos. Mucho más que el clásico bus turístico. Debe haber aquí y en muchas ciudades,  decenas de empresas que ofrecen visitas a pie y con un guía que le cuenta al turista los lugares emblemáticos.

Pero yo aquí quiero hablar de mi cooperativa de guías, de Vive Berlín o simplemente Vive, tal como la llamamos nosotros. De la particular manera que tenemos de ver y hacer nuestro trabajo. Y justamente por hablar de nuestra forma de ver y vivir la ciudad, también les quiero hablar de ese «cielo sobre Berlín«. Y  no me refiero precisamente a la gran obra de Wim Wenders, aunque también le dedicaré unas palabras.

Estamos en el punto en que ustedes se preguntan ¿qué tiene que ver el cine, una cooperativa berlinesa que ofrece toures y la promesa de tocar el cielo con las manos?

Aventurarse  en Berlín es mucho más que «turistear».

Hay que decir que todo lo que a uno le gustaría recibir de un guía experimentado y apasionado por la historia y la cultura de esta ciudad nosotros lo ofrecemos desde hace casi una década.  Pero ahora además tenemos un plus.

Para empezar, cambiemos el término turista por el de visitante o viajero. El concepto «turismo» alude a una relación comercial y por ende racional. En cambio, una visita o un viaje nos generan otras imágenes. La primera nos inspira la idea de lo cercano, lo familiar. Una visita puede ser un huésped. La segunda nos invita a imaginar, a movernos, a dejar el lugar de donde venimos para trasladarnos a nuevos espacios. Recordemos lo que significaba «hacer un viaje» cuando éramos niños. Una pequeña o gran aventura, un nuevo mundo podríamos decir desde nuestro prisma poético.

Ocurre que además de la cercanía, la profesionalidad y la experiencia, nuestro viaje por el centro de la ciudad comienza por el cielo. En la obra de Wenders los ángeles pueden observar poéticamente lo que ocurre en aquella Berlín de finales de los 80‘, lo que no pueden hacer estos personajes es vivir. En nuestro tour, y ya no hablo del que invité a imaginar unas líneas más arriba sino del Indispensable, el viajero puede contemplar Berlín desde el punto panorámico más alto que ofrece la Potsdamerplatz.  Tras subir en el ascensor más rápido de Europa podremos señalar los puntos escenciales que instantes después recorreremos juntos, logrando así una vista y un distanciamiento casi cinematográfico, cual si se tratara de una maqueta. Podremos entonces contemplar la totalidad de la metrópoli en 360 °,  como aquellos ángeles de la película, para luego sumergirnos en ella y vivirla.

Vista panorámica Berlin

Desde el prisma racionalista se argumentará que somos la única agencia que en Berlín ofrece este servicio y que la relación precio-calidad es inmejorable. Que el  turista obtiene la „objetividad“ del distanciamiento y la „subjetividad“ de lo cercano en un tour de una mañana.

Pero recordemos que nosotros no pensamos en turistas sino en viajeros. Por lo tanto, desde nuestro prisma, el poético, peferimos decir que aunque posiblemente sea cierto que no se puede tocar el cielo con las manos, nosotros junto a nuestros viajeros nunca dejaremos de intentarlo. Al menos en nuestro tour Indispensable procuramos acercarnos a ese cielo, que no es cualquier cielo, es el cielo sobre Berlín.

Sebastián Denegris

Deja un comentario