Berlin este Berlin oriental

Berlin este o el realismo mágico

Evocar el término realismo mágico si paseamos por las calles de Berlin nos puede resultar a priori algo inverosímil. Más bien, asociamos ese concepto a cierto género de literatura latinoamericana de mediados del S.XX caracterizado por introducir elementos fantásticos en la narración pero, sobre todo, por darles a éstos carácter de normalidad, esto es: los personajes de la historia en cuestión perciben como normal lo que a ojos del lector o lectora resulta insólito o más propio de lo mágico o sobrenatural.

Curiosamente, el concepto de realismo mágico, antes de popularizarse como género literario latinoamericano (por el escrito venezolano Arturo Uslar Pietri), designó en su origen un cierto tipo de pintura europea que presentaba a su vez una realidad modificada. Quien acuñó este término fué el historiador, fotógrafo y crítico de arte alemán Franz Roh y a lo que hacía referencia (en un libro de 1925 titulado precisamente realismo mágico, post-expresionismo) es a un cierto estilo de pintura aparentemente sencillo y objetivo que introduce elementos inesperados o fantásticos. Un estilo probablemente predispuesto por ciertas teorías de la época sobre lo irracional y su papel en la identidad humana y quizá también, y en consonancia con el espíritu de la década, por ese intento de las vanguardias artísticas de escapar del gris de la realidad de entreguerras e imaginar otras realidades posibles.

Pero volvamos a la idea del realismo mágico, sea en su versión latinoamericana o centroeuropea, en la que hay elementos que están y al mismo tiempo resultan extemporáneos, y tratemos de leer algo de la historia berlinesa desde esa mirada.

Berlin oriental: la ciudad que ya no está

Algo así ocurre cuando paseamos por el Berlin oriental, esto es: que hay toda una ciudad que está pero ya no está, que se puede ver si se sabe mirar, pero no es evidente a simple vista, una ciudad en la que algunos berlineses todavía viven (como una costumbre, un hábito) y otros ni siquiera conocen. Suena un poco fantástico ¿no?

Contar la historia del Berlin oriental nos resulta fascinante, y algo de esa fascinación tiene que ver precisamente con que hablamos de algo muy muy reciente, que aún se percibe (cada vez menos, todo hay que decirlo, devorada la ciudad por la apisonadora de la globalización) y que sin embargo, ya no está . Hablar del Berlin oriental, el Berlin este, o el Berlín capital de la República Democrática Alemana, es reconstruir la historia de algo que está solo en parte: podemos pasear sus calles, ver algunos edificios emblemáticos, podemos cruzarnos (sin saberlo) con sus habitantes… pero es también la historia de algo que despareció, que se esfumó y que se llevó consigo el sustento material del que se elaboran las identidades colectivas: costumbres, olores, sabores.

 

Berlin este Berlin oriental

Podemos cartografiar esa ciudad aun sobre el terreno, observando el trazado del transporte público por ejemplo, el diseño de los semáforos, los estilos arquitectónicos, o los monumentos de corte soviético o de realismo socialista. Pero podemos recrear también aquello que ya no es: una Alexander Platz sin centros comerciales, subir a la torre de televisión por apenas 3 marcos, o imaginar vivir en el centro de la ciudad como si éste fuese un espacio habitable por cualquiera.

Hay aquí un concepto, la Ostalgie, que nos habla precisamente de la nostalgia de ese mundo que ya no es: el de la cultura, los hábitos, las costumbres de una población que se crió en una ciudad que dejó de existir, que se esfumó.

De algún modo, el Berlin oriental flota aún como una nube, invisible y mágica pero aun real para una parte de sus habitantes, sobre la ciudad presente.

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